El espectro del Comportamiento
- Veronica Ventura
- 1 ene 2020
- 1 Min. de lectura

Lo enigmático de las ciencias del comportamiento es que no se trata de ciencias exactas, en el mismo sentido en que pueden serlo la física o las matemáticas.
Roger Abrantes sugiere pensar en el comportamiento como el espectro de la luz: es tan difícil decir cuando el amarillo se convierte en anaranjado, como cuando un comportamiento se transforma en otro. Es un continuo de cantidad, perceptible a través de su duración, y descriptible solo cuando la cantidad se transforma en calidad.
Los comportamientos amigables, inseguros, pacificadores, y temerosos forman parte de un continuo, al igual que los asertivos, los confiados y los agresivos. La distinción entre dos conductas es un asunto de función, y la linea divisoria entre una categoría está relacionada con las habilidades observacionales, los parametros contextuales y las convenciones en el tema; la forma en que lo entendemos depende de las definiciones usadas.

A nuestro cerebro le gusta ordenar la información almacenada en pequeñas cajas etiquetadas, pero cada tanto, es un buen ejercicio mental desordenar todo y obligarnos a ordenarlo de otra forma, aunque sea por un momento.
En las ciencias del comportamiento nos gusta catalogar, medir y cuantificar estos continuos, ya que es necesario para adoptar convenciones y poder evaluar resultados. Pero no debemos olvidar que lidiamos con un gradiente sumamente dinámico, en donde cada color (conducta) se difunde en las demás a diferente velocidad e intensidad, dependiendo del individuo y el contexto.
Los animales somos individuos con una biografía, además de biología. Nuestros genes, experiencias de vida, aprendizajes, relaciones sociales y temperamentos nos moldean y condicionan el espectro de conductas en el cual nos movemos.
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